jueves, 8 de abril de 2010

VIDA DE CRISTAL - v1.0 - Julián

Es la hora del descanso en un instituto. El patio de dicho recinto se encuentra totalmente ocupado por los adolescentes. Unos juegan al baloncesto, otros charlan con sus colegas. Se respira un ambiente feliz y tranquilo. Hay un grupo de tres chicas sentadas junto a la puerta de salida. Una de ellas, María, se ausenta durante unos instantes para ir al baño.
Suena la señal de fin del descanso y todos los alumnos del centro vuelven a clase. Las amigas de María, Helena y Esther, se dirigen al servicio para buscarla ya que no ha regresado como tenía previsto hacer. Cuando llegan, ven salir sangre de debajo de uno de los baños. Asustadas, avisan al conserje del centro, el cual se ve obligado a abrir la puerta de una patada. Tendida en el suelo se encuentra una chica desangrada (tiene las venas cortadas) y en una de las paredes laterales aparece escrito con sangre: “Por fin ya soy feliz”
Se produce un flashback. La historia retrocede en el tiempo hasta la época en que María era una niña. En el salón de estar de una casa se encuentra María con su madre y su abuela. La madre de María está en una silla de ruedas debido a complicaciones surgidas en el parto. De pronto, llega el padre y la abuela se lleva a la niña a otra habitación. Se escuchan voces y ruidos fuertes. La madre de María muere accidentalmente tras golpearse la nuca contra un mueble en la discusión debido a un empujón del padre, que estaba borracho. Tras la muerte de la madre de María, su abuela y ella huyen y se van a vivir juntas a otra ciudad. Pasan los años y María vive feliz con su abuela sin tener noticias de su padrastro.
Un día, la abuela recibe una carta que le provoca un infarto. María se encuentra desamparada y aparece su padre para hacerse cargo de ella. Sin embargo, su padre no ha cambiado y al regresar al pueblo se siente repudiada tanto por su nueva familia como por el resto de la gente.
Las dos únicas personas que le habían mostrado amor habían sido su madre y su abuela. Así que comprende que la única salida para escapar de la desdicha es la muerte. La noche antes del suicidio, se guarda un botellín de cerveza cuando va a tirar la basura, el cual esconde en su mochila. Durante el descanso de clase, se dirige al servicio. Se introduce en uno de los baños, cierra la puerta y saca el botellín. Lo rompe contra la pared y lentamente se hace heridas en las muñecas. Mientras lo hace, piensa que ésta será la última vez en la que el alcoholismo de su padre le hará daño.

2 comentarios:

  1. Pienso que hay algunas cosas que tal vez sea complicado transmitir de forma sencilla, como el hecho de que la madre estuviese en silla de ruedas por el parto y la huida de la abuela con la niña. Tal vez se podría simplificar, o utilizar la voz en off de la chica.

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  2. Esta vez toca mojarse en aguas frías...
    No me convence tu historia, Julián. Es mi opinión personal y espero que no te moleste, pero las historias de suicidios suelen decepcionarme cuando solo veo dos cosas:
    - El suicidio, como una idea impactante y, gracias al morbo del espectador, muy explotable estéticamente.
    - Y por otro lado una serie de acontecimientos trágicos ocurridos al protagonista que por no tener una verdadera conexión entre ellos se convierten en una especie de biografía condensada de la que se filtran los sucesos desgraciados que, poco a poco, van "condenando" al protagonista a la muerte. Resumiendo, el grueso narrativo se acaba convirtiendo en un simple pretexto para mostrar una escena de suicidio.

    Lo que quiero decir, en defintiva, es que un suicidio plantea un interrogante ¿por qué lo hizo?, y el espectador -al menos, yo- exige a partir de ese momento una respuesta satisfactoria -por lógica (si el suicidio acaba siendo la única opción viable), o por ogiginal (si la desgracia que le lleva a ello te impacta, te sorprende...)- que justifique el suicidio.

    Otra opción es comenzar directamente contando la trágica historia del personaje y dejar el sucidio (u otro desenlace alternativo, el suicidio no es la única opción) para el final. Sin olvidar que no todo deben ser sucesos negativos, debe haber contraste: porque una historia trágica impacta, pero una historia deprimente simplemente deprime, y lo que es peor, aburre.

    Siento ser tan coñazo, me he extendido demasiado.

    Álvaro.

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